18 de marzo de 2014

CUELLO DE BOTELLA(I)



CUANDO SE ACABE LA PAZ


Imaginemos un pantano enorme donde moramos, moléculas de tiempo. Fluye el tiempo en movimiento laminar a medida que el río que lo alimenta empuja nuevas moléculas de tiempo. En el fondo, la quietud absoluta, la serenidad, el pensamiento, la plena conciencia. En superficie, el tiempo se evapora, es la muerte molecular. Somos moléculas de tiempo. Pero la existencia tranquila está salpicada por la violencia, natural pese al disgusto de los griegos.

Ocurre que de mil en mil años, el tiempo se obstruye. Cada fin de milenio y cada cambio de milenio, las moléculas de tiempo se quedan sin horizonte, sin continente. La riada milenaria precipita violentamente ingentes cantidades de moléculas sobre el pantano. Se calman las moléculas al unirse al volumen enorme del pantano.  Se agolpan las moléculas contra el muro de hormigón de la presa. El nivel sube y sube, la crecida. De repente la pleamar rebasa el pretil de la presa y el pantano rebosa.  Se precipita sobre el vacío una cortina de tiempo incontenido; es suficiente su embate. Socava los cimientos de la presa como una tuneladora. En el fondo del pantano se abre un agujero y por allí se precipita lo que antes había sido paz, armonía y la indolencia del tiempo tranquilo.

El agujero…el agujero es un tubo, es un cilindro. El helicoide arrollado a un cilindro empieza a ser visto por algunas moléculas del fondo como un cono de succión hacia un punto de fuga. Algunas mentes oscuras auguraban una espiral convergente en el centro del lecho cenagoso;  el necio y sabio vulgo de superficie reía jocoso la ocurrencia. Ahora todo se precipita inevitablemente en el desagüe del tiempo; en superficie no se ve. Hay turbulencias en el fondo del pantano, allí donde se produce la fuga; en superficie no se ve. Observando ciegas el punto de fuga sito allende el sumidero, confluyen solitarias las inteligencias con perspectiva. Sin otra salida, se entregan fatales al flujo inevitable.  Y al fin se ve. Tarde, en superficie, se ve. El vértigo del miedo.

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