16 de junio de 2016

POR QUÉ POLÍTICA



POR QUÉ POLÍTICA


Se me está haciendo dura la campaña electoral. Nadie le pone una pistola a nadie –de momento- para que hable lo que no quiera o calle lo que no desee. A mí no es que me guste. la política.  Con la política me pasan tres cosas fundamentalmente.

La primera es que la entiendo. A mi pesar me concierne como una banda de malhechores que me asaltaran en medio del camino. Entiendo que todo en ella nos afecta, la micro y la macro-política; que en un mundo tan conectado y tan mentido como es éste, el ámbito en que el ciudadano debe implicarse ya no es solo el municipio tal y como decía Jose Antonio hace 80 años largos. Hoy las imposiciones llegan desde muy lejos, desde tan lejos y a menudo desde tan inalcanzables cónclaves ocultos e itinerantes que no podemos sino poner en entredicho la fuente de la autoridad. Y debemos hacerlo. Porque vamos como ovejas complacientes al matadero. Yo no sé con qué certeza pueden tantos asegurar que eso llamado el "libre mercado" es comercio libre y no coercitivo. Yo no me creo ese cuento. En absoluto. No doy por sentadas las certezas, sino el poder de las dudas. Los anatemas no me gustan: la puerta de un redil se abre en este pasillo que es la vida individual y nos invita a entrar cada vez que aceptamos una premisa; y esta puerta se cierra cada vez que la asimilamos como inamovible, porque en ese momento tiramos la llave por la ventana. La duda me mantiene alerta. Que organismos asociativos propongan tal o cual cosa me pone en guardia: ¿cómo ni me van a poner en guardia los Gobiernos de la UE y de USA? ¿Y cómo no me van a poner en alerta total si están estos Gobiernos parasitados por todo tipo de lobbies, intereses de lo más variopinto y grupos de presión y de poder, a izquierdas, derechas, conservadores, liberales y marxistas?

La segunda es que a pesar de la controversia que pueda crear al escribir sobre o hablar de política, a pesar de poder ganarme enemistades, odios, afectos y blablablá, no voy a dejar de hacerlo porque no puedo. Para mi sentido de la justicia y de la libertad lo que está pasando y lo que puede pasar es muy peligroso. Yo siempre he pensado que aniquilamos de jóvenes lo que echaremos de menos cuando seamos mayores Que nuestro mismo transitar por la vida hacia el entendimiento dota de todo el sentido a la tradición, entendida la tradición como devenir natural de los usos y costumbres y de la cultura de un pueblo. El inmovilismo es un invento de mentes retrógradas y el ritmo desbocado es una actitud de descerebrados peligrosos. En estos momentos asistimos a un ataque en toda regla a la naturalidad del devenir: se llama ingeniería social. Sus maneras agresivas, fijaos en qué momento lo digo, no van a acabar bien. Estamos atravesando el punto de no retorno en que será imposible el restablecimiento incruento de la paz. No tengo impacto. No lo persigo como finalidad.  Yo hubiera querido que todos viviéramos tranquilos, mas de ninguna manera puedo desentenderme. Debe importarme más el impacto recibido que el dado. Cualquiera en lid contra el huracán es uno contra un millón. Yo elijo afianzar en el suelo los pies.


La tercera tiene que ver con la pasión de saber. ¿Qué ocurre? ¿Cómo puedo explicarme el mundo? Y a medida que voy haciendo el intento de respuesta, ésta huye un paso más. Y la versión desagradable de todo lo que debe ser respondido es la política, la acción política. El resto de lo que leo, pienso, estudio y entiendo tiene por fuerza que aportar su sentido a la visión global. Es por eso que no creo, por ejemplo, que el mundo se explique en base a buenos y malos ni en base a relaciones causales; que sí existen el bien y el mal porque son la esencia de la dimensión moral y ésta a su vez deriva de la libertad; que por supuesto las acciones tienen consecuencias. Pero todo ello viene a obtener su justificación o su refutación, por desgracia, en el juego de la voluntad de poder.

En consecuencia...

Pensar todo esto es un sinvivir, un desasosiego. Pero más todavía supone una liberación, un algo que me empuja a encerrarme a la vez que salgo de mí con estas palabras con la esperanza de encontrar en mí un reducto inalcanzable.