26 de julio de 2015

DOÑA MECHE








Es difícil torcerle el rumbo aun cuando piensas que va a la deriva. Puedes creer que puedes y vas a confundirte...porque ella es un espíritu libre. Se gobierna con desprecio a los vicios y las debilidades porque son cosas débiles, insignificantes. Nunca ha entendido que la debilidad sea camino de la vida. Podría fumar hierba sin estorbos de moralina, mas no lo hace; podría presentarse en unos carnavales prohibidos con amenaza de balasera.Y lo hace; subirse en una montaña rusa a sus setenta; meter un balín a cincuenta metros por el orificio de un bote de coca cola sin que su treinta por ciento de visión excusen minusvalía...Se gobierna sin aceptar clemencia, y también sin abusar de ser clemente. En estos tiempos que corren hay cantidad de cosas que la hacen especial. Está bien loca ella. Pero lo llamamos inconsciencia. El resultado es insólitamente dulce.
Dice la poetisa que como su vida es tragedia y más tragedia, tiene mucho que escribir. Y ella contesta echándose a reír:
-Pues imagínate la mía...Lo que ocurre es que yo no escribo porque debo tener una neurona estropeada y por eso no hay tragedia que me parezca lo suficientemente gorda.
Vuelve a reír acechada por su ingenio salvaje.
Y yo, que la conozco, sé de qué habla y sé bien qué espíritu fuerte inclina la balanza para que, sin la venia de tragedias, vuelva a reír. La recordará el arrojo mismo. Vela armas que a nadie necesita mostrar tal vez porque entiende esenciales de su persona, cosas de transmisión inconsciente, cosas que encienden en sus cristalinos artificiales un brillo gutural. Junto a ésas, otras cosas y una fuerza que evaporan de sus ojos la tristeza. Salitre y agua. Así es mi madre.
Viento de levante que silbas para ella, llevándola al poniente que enciende lucernas a cada paso de su alma reservada, hacia el ocaso; firme señora y señora misteriosa: querré encontrarte.


Doña Meche.

23 de julio de 2015

PATADA A LA ATMÓSFERA: VÍVIDA DESMEMORIA



VÍVIDA DESMEMORIA

La anestesia permite que nos amputen miembros sin dolor. El sedante permite que nos operen apagando durante la intervención nuestra conciencia. Pero el dolor regresa y regresa la conciencia, y el miembro ausente duele porque nos duele la ausencia. No pasamos el tiempo conscientes de nuestro brazo izquierdo, simplemente funciona armónicamente en la unidad superior del cuerpo. Cuando pierde sus funciones o merma su capacidad, más todavía si se nos amputa, se le echa terriblemente en falta.
Así es la desmemoria de los españoles: una falta de conciencia de lo que tenemos, que se activa si durante el adormecimiento se nos roba y se pierde lo que tenemos. La conciencia despierta cuando nos roban los nombres de las calles y las plazas. En los momentos que siguen al robo quedan patentes las medias verdades y las mentiras que se han dicho o las cosas que han callado sobre el personaje (persona o acontecimiento) conmemorado en tal o cual calle. Estaban ahí, forman parte de nuestra historia desmemoriada; historia no por ello menos real, menos historia. Y no me vale con que tal régimen o tal otro en su día hizo lo propio barriendo hacia su lado ideológico o justificativo. El borrado de la memoria histórica es viejo como el mundo. Lo hizo Akhenatón  con el culto en los templos a los diversos dioses para imponer su misticismo de la Luz; y lo padeció tras su muerte cuando su nombre fue borrado a cincel de todas las estelas. El borrado de la memoria es un deseo consciente de evitar la continuidad en el tiempo de una obra, de un periodo histórico, de un régimen. Lo que hoy se hace se hace en democracia. Se hace desde la Democracia que nace de una Transición ejemplar por más que hoy denostada, de un pacto constitucional y si se quiere, de un deseo de libertad sin ira. Se hace con idéntica tendenciosidad y sectarismo, pero también con ansia revanchista. ¿Hay quien no vea que hemos pasado estos últimos 40 años virando hacia el rojo? Si de comparar regímenes se trata, este régimen democrático está poniendo de manifiesto una bajeza insuperable porque al sectarismo propio de las dictaduras une el cinismo incapaz de exigir y desear una justicia sin nombres y apellidos. Para colmo de despropósitos, reúne en torno a sí esta democracia degradada en que nos vamos sumiendo, un grotesco sentido de la proporción: ¿debe desaparecer Dalí del callejero y conservar Largo Caballero su busto en Nuevos Ministerios? ¿Son acaso uno y otro personaje equiparables en vida, obra y responsabilidades? ¿Hay justicia en ello?
Un día soñaron nuestros padres con cerrar las heridas. Se atrevieron a postular que sería posible atenuar el movimiento pendular del odio. Quisieron reconciliar las dos Españas de sus mayores y conciliarse en ella. Imaginaron que podrían acarrear como penitencia menor la llegada de una justicia imparcial. Creyeron que el deseo de concordia podría con el odio y salvaría el rencor con el transcurso de las generaciones. Hoy pueden ver todo eso frustrado por sus hijos y sus nietos. No sólo estamos borrando el legado de nuestra historia reciente, estamos a través de esta temeridad revanchista poniendo el futuro en unas coordenadas desprevenidas, incautas y frágiles. Por el odio y el rencor somos peores que nuestros padres y abuelos, peores que aquellos que guerrearon en nuestra dichosa Guerra Civil.

19 de julio de 2015

ATARDECER DE CINEXIN



ATARDECER DE CINEXIN


Yo me enamoro de nuevo, y es pensando los recuerdos imborrables que éstos crecen salvando la brecha de los años. Así me pienso en dos vidas distintas; una en que era todo lo que era y otra en que soy en parte lo que quisiera ser. Es amor a mi infancia, es el amor de mi infancia, mi primer amor. Al pensar así, vuelvo a un atardecer real que se grabó en mi sueño y ascendió onírico a mis pupilas. Sólo he de cerrar los ojos e invocarlo para que el cinexin proyecte en el reverso de mis párpados aquel atardecer que sueño primero y último. No quiero otro. La niñez busca momentos de soledad. También en eso es pionera en nuestra vida la primera vida. Los necesita, lo sabe; y cuando lo sabe lo sabe bien. En sus minutos anticipa en forma inocente lo verdaderamente importante de la vida, la vida desnuda sin los adjetivos groseros de la experiencia.
Caminaba, remontando suavemente hacia una pared de roca oscura que veía al fondo, muy troceada entre los troncos gruesos del encinar, bajo la frondosidad de las copas. Atardecía. Iba solo. Tenía diez años. Avanzaba entre las encinas, disfrutando del crepitar de las hojas bajo mis botas y de la naturalidad de los demás silencios. Los rayos de sol penetraban como un sinfín de punteros láseres naturales por entre el follaje, encendiendo relieves de polvo suspendido a su paso, edificando estalagmitas de luz sobre la hojarasca de las encinas en el suelo. Al cabo llegué así hasta la pared de roca, maravillado por la vidriera que los halos de partículas en movimiento tridimensional dibujaban en el vacío sin sotobosque: espirales, aceleraciones, formaciones repentinas,  desapariciones súbitas tras las columnas arbóreas, caprichos geométricos o caóticos que dan fe de disposiciones invisibles…
Subir a los árboles era coser y cantar para mí. Me decidí por una encina inclinada hacia la pared y subí y subí, ascendiendo el áspero tronco apoyándome en las ramas horizontales que en seguida torcían hacia el cielo. De pronto broté en la claridad; el sol poniente a mi espalda iluminaba la roca. Sólo en la catedral de Santiago he vuelto a ver ese color verduzco de los siglos; los líquenes vestían la piedra con el lino inconfundible de aquella naturaleza. Giré mi cuello y me acomodé en un saliente de la pared y quedé sin aliento. Pocas veces puedes conmoverte así…Las copas de las encinas tendidas en la ladera suave aterrizaban invisibles sobre el Tajo. Encajonado entre cortados de pizarra, en sus aguas se fundían la calima y la atmósfera incendiada, el último sol naranja, el puente que abandonaba el paraíso con su carretera hacia el exilio, el encinar y todo lo que había conocido.
Nos íbamos de allí, dejábamos Extremadura. Quise retener mi primer amor y no pude, pero ese es mi atardecer, el que guardo en el cinexin. No quiero otro.

FIN