20 de marzo de 2014

CUELLO DE BOTELLA(II)






EL ABANDONO


 
Una tarde gris de domingo, sentado en aquel bar (el bar se convirtió en una imagen recurrente; hoy sigue en mi memoria, suspendido y vivo, detenido) en la carretera polvorienta, me encontré, mientras daba vueltas a la cucharilla en el café, zambullido de improviso en un sopor cálido, intenso, ausente y confortable; no había ni traza de aire, la temperatura idéntica a ambos lados de la piel me sumió en el equilibrio universal de la quietud, el tipo de abandono cortical de la voluntad a que nunca renunciaría…. Abstraído el volumen caliginoso de mi mente sentía, no pensaba. Estaba en dicho estado (como si no estuviese allí) y a mis oídos llegaba la cháchara confusa. Las ondas sonoras de las voces se replicaban a sí mismas desfasadas y no distinguía a cada una en el conjunto. Juntas, las voces de los parroquianos formaban una de las pocas vetustas letanías que definen, aquí y ayer, hoy, la rutina del ser humano; como las mejores escenas costumbristas entre españoles, parecía aquello una taberna al final de una jornada de siega, una taberna de un pueblo, entre el silencio y la densidad del polvo suspendido en los cálidos haces de Sol, a la hora precisa en que las generaciones traban sus voces. Ciclo, periodo.
“Es la hora del sol quieto, cuando las moscas respetan la tregua del minutero y el silencio pesa tanto como una caricia. En la atardecida, calla la razón y proclaman su sentido la desesperanza tranquila y el valor”.
  
Vuelvo una y otra vez a la imagen. Busco allí lo que de cada uno se ha perdido. Vuelvo allí a no coger nada, como un arqueólogo. Vuelvo allí como hombre moderno, para entender que es vano mirar atrás. Vuelvo a levantar la vista y a reír sin trabas a solas con mi fe obstinada. Allí no queda nadie pero se sienten las miradas prendidas de los nostálgicos, sus almas desgarradas. No hay poder en los fantasmas, sí miedo. Para combatir la desesperanza, vuelvo allí.
“Se conduele el porvenir en los contornos del desierto. Quiere ver una nada detrás del espejismo. La espera de la nada no te hiere, acaso  la nada solo mata.”
La primera vez que estuve en aquel bar soñé un sol de verano suspendido en aurora occidental. El ocaso del último día del verano me trajo la melancolía adormecida. ¿Llegará? Llegará el instante en que algunos hombres volveremos la vista hacia el pasado y desahuciaremos todo cuanto se ha perdido. ¿Llegará? Y porque se ha perdido, ¿aislaremos, de entre todas, la forma de inventar un tiempo nuevo? Como quiera que ocurra tendremos razón. Sin embargo, pocos lo querrán así: muchos continuarán aferrados a la falsa seguridad de su pasado. La libertad y las cadenas…Me pregunto mil cosas.
Me pregunto si es posible la restitución incruenta de la humanidad.

1 comentario:

  1. El pasado, refugio en momentos d zozobra, áncora que nos sujeta cuando todo se desmorona. Alli en la penumbra de los recuerdos encontramos la fe de la inocencia, la osadia de la curiosidad, el olor de la piel de tu madre, la esperanza de la juventud...desperdigadas las piezas rotas del rompecabezas que hoy intentamos recomponer y asimilar.
    Perder el camino a ese refugio nos deja solos en medio de la oscuridad y el frio, solos ante la aplastante magnitud de animar una vida muerta de antemano ¿como podríamos reanimar una vida ya muerta? ¿como podremos saltar al vacio cuando nuestra mente ya no nos impulsa? Sólo queda cerrar los ojos...dejarse ir hacia un lugar de silencio e ingravidez.

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