2 de julio de 2016

JÓDETE, MUNDO




JÓDETE, MUNDO

  Se bate en retirada el optimismo hasta donde le es posible, pie en pared, hacia mí mismo, allá donde ya no me retiro detrás de un punto de vista objetivo (1). Tal vez lo experimentas tú también, solitario. Cuando mediando los cuarenta observo que el mundo camina con pasos desordenados hacia la contradicción radical del espíritu humano –desembocadura cierta del sinsentido de todos los valores (Nietzsche)-  me paro a pensar tres cosas.
  La primera: la civilización (el hecho civilizatorio) se termina. Como por las torrenteras de un diluvio universal... No, ¡no! Como por las torrenteras de un diluvio global, discurren las humanidades por la profusión de caminos dispersos hacia la anti-Roma. La de todos los caminos. Destino común. Sal del camino, solitario.
  La segunda: me pregunto si habrá lugar y margen para el renacimiento del mundo según los valores humanistas (naturales, mal llamados tradicionales) en un horizonte temporal que nosotros no veremos. Si vivirán los días, hay que decirlo, la espiritualidad decantada del cristianismo. También hay que decir que en este devenir del que somos rebaño el cristianismo es el enemigo a batir...Me temo: enemigo batido. Resistencia, solitario.
  Y la tercera es que el mundo me hace viejo a destiempo. ¿Qué es a destiempo? Tal vez algunos de vosotros sospechéis que esta estrategia infame es un programa de obsolescencia programada que se cierne sobre nosotros. ¡Artificial! Sin que nos demos cuenta nuestro tiempo ha pasado. No somos la generación que asumirá el robo de la libertad. Último robo. Somos la generación que ve un cadáver pasando por delante de nuestra puerta: y no sabemos de quién. Tú sí lo sabes, solitario. Dadle tiempo al coro de las consecuencias.
  Lucen como fuegos artificiales y bien artificiales las luciérnagas del nuevo orden mundial. Oscuras. Globalización y contra ella la universalidad agonizante. La nada que traen las noticias, el sinsentido común de los colorines, las luces que iluminan la gran contradicción: destino común.
  Religión postrera que te retiras a dónde te hemos querido, Optimismo, ¡a tu silencio! Ocúltate en el silencio clamoroso. ¿No lo queríamos así? Que se joda el mundo. Me declaro optimista en solitario.  Solo con lo puesto, optimista. Y al mundo, entre cegueras e ideologías y odio, entre ignorancia y mala fe, entre pestilencias del cadáver que corre por sus calles y por nuestra puerta, y en medio de su celebración estúpida, que le jodan.

(1) Cita que Albert Camus en  El mito de Sísifo pone en boca de Karl Jaspers

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