13 de abril de 2015

TENGO DE NUEVO LA EÑE

Después de pagar 5 dólares por cerveza (2 en una Licor Store) en Canadá, lo más urgente de este primer día es ir a buscar 24 MAHOU. No sé si es lo más importante, pero sí sé que mi cerveza nunca me pareció tan barata.
Mi cama...En cuánto llegamos a casa, sin siquiera abrir la nevera, nos acostamos y dormimos 11 horazas. La cama de uno es muy importante. Traigo de Canadá, sin embargo, una almohada viscoelástica con el olor de su camita secuestrada. Y así la veremos correteando por nuestros sueños. Y quiero pensar que por ello he estrenado el día a las tres y media de la mañana y me he levantado pletórico de optimismo.
Viajar es un placer; llegar a casa, otro. El aire y el levante luminoso...La eñe; el chorizo ibérico y el queso de oveja manchego tomados a esta deshora de jet lag para romper con los idiomas del sabor; el amanecer que desde mi cocina veo reflejado en el ojo de buey del ático que tengo enfrentado a cien metros mientras preparo el primer café...Son algunas de esas cosas pequeñas que yo he apreciado siempre hasta el punto de que no habrá un paraíso en que no las eche de menos.
Hay en cada uno de los días un tiempo para las rutinas y otro para las novedades. Uno hace del otro un placer. Y viceversa: otro del uno. Te preocupas por cómo encontrarás tu entorno tras tu ausencia. Después de constatar las azarosas averías, tomas asiento de nuevo y encajas de otra manera, casi igual pero distinta. Nos asentamos en un equilibrio nuevo, como si el vivir en otro parelelo llevase tu mundo cotidiano por los cursos fluviales de una ciencia cuasiestática, porque todo ha salido bien. Agradecemos la vida cuando es sueño y no es pesadilla porque bien sabemos que de todo hay en la existencia.
Y según el dicho de Píndaro que reza que llegues a ser el que eres, viajar es moverse consciente fuera de la gravedad de uno mismo llevando en la maleta una suerte de promesa de reencuentro con la nave que dejaste a la deriva. Regresar es nadar en el flujo de corrientes de entropía, pues no a otro sitio pueden los caprichos haberse llevado tu vida.
Tengo de nuevo la eñe.

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