No me gusta la ley Mordaza. No me gusta nada un
Gobierno que elabora una ley así porque no es una ley de consenso, sino de fractura
social. No me gusta nada gran cantidad de gente de un país, España, para la que
se elabora una ley así. La protesta no puede ser un chantaje, no puede
interrumpir la actividad del resto de la sociedad ni impedir el libre tránsito.
No me gustan los escraches ni me gustan los piquetes. Me gusta despreciar en
silencio tu protesta si me parece injusta, y me gusta que me abras paso y no me
amenaces. No me gusta esa masa informe e inmoral que llama esquirol al que se
basta a sí mismo para partirle la cara a la vida. Es imperdonable el individuo
que no os necesita, vulgo. La dignidad es intransferible, inmune a vuestro
vampírico concepto de solidaridad. No me gusta la protesta ejercida con nulo auto
sacrificio y no me gusta la insana falta de autocrítica del que persigue, exculpatorio
de sí mismo, un fin mediante la violencia: ¿cómo de violenta puede ser la
violencia? ¿Hasta la muerte, hasta el coma, hasta cinco heridas? ¿Cual es el
límite de la violencia en la protesta? No me gustan ni los políticos ni de mis
compatriotas esa mayoría que entiende la aplicación de la Ley con criterio de
conveniencia: cuando conviene sí, cuando no conviene, no. No me gusta que los
gobernantes elaboren más y más leyes que ocultan el hecho cobarde, miserable y
vil de que convertimos los artículos de la Ley de leyes (la Constitución),
último reducto de entendimiento, en papel mojado. Sinvergüenzas. Aborrezco a
los seres partidarios sin reservas, porque persiguen lo suyo aplastando el
conocimiento. No me gustan ni los políticos ni los españoles que aprueban que
no se aplicase el artículo 155 de la Carta Magna cuando debió hacerse, porque
ellos, estén o no de acuerdo con el artículo constitucional de marras,
entienden la ley como una opción, como una alternativa. Son, en su pasta
esencial, estos españoles y estos políticos unos irresponsables. Y aunque no se
reconozcan a sí mismos como responsables de las cosas muy graves que han de
ocurrir en España, lo son por acción y omisión. No hay masa demasiado extensa
que diluya el delito del consentimiento. Apesta. ¿De qué testimonios mendaces
se nutrirán las futuras supercherías que contarán esa casta de canallas que se
llaman historiadores? No me gusta la gente. Me importa un bledo gustar a la gente que no me gusta. He llegado al punto en que
vivo mejor dando la espalda a la maliciosa ingenuidad que tan bien disimuláis
con tanto te quiero: la picaresca. No me gustan los seres débiles.
NO ME GUSTÁIS
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