Es difícil
torcerle el rumbo aun cuando piensas que va a la deriva. Puedes creer que
puedes y vas a confundirte...porque ella es un espíritu libre. Se gobierna con
desprecio a los vicios y las debilidades porque son cosas débiles,
insignificantes. Nunca ha entendido que la debilidad sea camino de la
vida. Podría fumar hierba sin estorbos de moralina, mas no lo hace; podría presentarse en
unos carnavales prohibidos con amenaza de balasera.Y lo hace; subirse
en una montaña rusa a sus setenta; meter un balín a cincuenta metros por el
orificio de un bote de coca cola sin que su treinta por ciento de visión
excusen minusvalía...Se gobierna sin aceptar clemencia, y también sin abusar de ser clemente. En estos tiempos que corren hay cantidad de cosas que la hacen especial. Está bien
loca ella. Pero lo llamamos inconsciencia. El resultado es insólitamente dulce.
Dice la
poetisa que como su vida es tragedia y más tragedia, tiene mucho que escribir. Y
ella contesta echándose a reír:
-Pues
imagínate la mía...Lo que ocurre es que yo no escribo porque debo tener una
neurona estropeada y por eso no hay tragedia que me parezca lo suficientemente
gorda.
Vuelve a
reír acechada por su ingenio salvaje.
Y yo, que la
conozco, sé de qué habla y sé bien qué espíritu fuerte inclina la balanza para
que, sin la venia de tragedias, vuelva a reír. La recordará el arrojo mismo. Vela armas que a nadie necesita mostrar tal vez porque entiende esenciales de su persona, cosas de transmisión inconsciente, cosas que encienden en sus
cristalinos artificiales un brillo gutural. Junto a ésas, otras cosas y una fuerza que evaporan de sus ojos la tristeza. Salitre
y agua. Así es mi madre.
Viento de
levante que silbas para ella, llevándola al poniente que enciende lucernas a
cada paso de su alma reservada, hacia el ocaso; firme
señora y señora misteriosa: querré encontrarte.
Doña Meche.
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