JÓDETE, MUNDO
Se bate en retirada el optimismo hasta donde le es
posible, pie en pared, hacia mí mismo,
allá donde ya no me retiro detrás de un punto de vista objetivo (1). Tal vez lo experimentas tú también, solitario. Cuando
mediando los cuarenta observo que el mundo camina con pasos desordenados hacia la contradicción radical del espíritu
humano –desembocadura cierta del sinsentido
de todos los valores (Nietzsche)- me
paro a pensar tres cosas.
La primera: la civilización (el hecho civilizatorio)
se termina. Como por las torrenteras de un diluvio universal... No, ¡no! Como por las
torrenteras de un diluvio global, discurren las humanidades por la profusión de
caminos dispersos hacia la anti-Roma. La de todos los caminos. Destino común. Sal del camino, solitario.
La segunda: me pregunto si habrá lugar y margen para
el renacimiento del mundo según los valores humanistas (naturales, mal llamados
tradicionales) en un horizonte temporal que nosotros no veremos. Si vivirán los
días, hay que decirlo, la espiritualidad decantada del cristianismo. También
hay que decir que en este devenir del que somos rebaño el cristianismo es el
enemigo a batir...Me temo: enemigo batido. Resistencia, solitario.
Y la tercera es que el mundo me hace viejo a destiempo.
¿Qué es a destiempo? Tal vez algunos de vosotros sospechéis que esta estrategia
infame es un programa de obsolescencia programada que se cierne sobre nosotros.
¡Artificial! Sin que nos demos cuenta nuestro tiempo ha pasado. No somos la
generación que asumirá el robo de la libertad. Último robo. Somos la generación
que ve un cadáver pasando por delante de nuestra puerta: y no sabemos de quién. Tú sí lo sabes, solitario. Dadle tiempo al coro de las consecuencias.
Lucen como
fuegos artificiales y bien artificiales las luciérnagas del nuevo orden
mundial. Oscuras. Globalización y contra ella la universalidad agonizante. La nada que
traen las noticias, el sinsentido común de los colorines, las luces que iluminan la gran
contradicción: destino común.
Religión postrera
que te retiras a dónde te hemos querido, Optimismo, ¡a tu silencio! Ocúltate en
el silencio clamoroso. ¿No lo queríamos así? Que se joda el mundo. Me declaro optimista
en solitario. Solo con lo puesto, optimista.
Y al mundo, entre cegueras e ideologías y odio, entre ignorancia y mala fe, entre
pestilencias del cadáver que corre por sus calles y por nuestra puerta, y en
medio de su celebración estúpida, que le jodan.
(1) Cita que Albert Camus en El mito de Sísifo pone en boca de Karl
Jaspers
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